Akane no burogu

Cómo retomé la idea

Pues la cosa fue que abrieron un gimnasio no lejos de casa y fui a informarme de lo que daban, porque estaba en una forma física espantosa. Sí, me sobraban algunos kilos, pero eso no era lo malo. Lo malo era que me cansaba hasta subiendo a la acera, y no digamos el esfuerzo que me costaba utilizar las escaleras de casa. Luego estaban mi mal humor, mi incapacidad de relajarme fuera del trabajo, los problemas de sueño que empezaron casi de repente y que hasta entonces nunca había tenido, etc. Bueno, el caso es que en este sitio ofrecían artes marciales, y me volvió la ilusión que había tenido en la infancia, así que me apunté.

La caña que daban era importante. Lo más sensato habría sido hacerme un chequeo antes de empezar, por si acaso mi corazón pensaba por su cuenta y decidía reventar, pero como lo de los médicos, los análisis y demás no va conmigo, pues no lo hice. Muy mala idea, lo sé, pero una es así. Y, de todos modos, ya veis que sigo aquí, así que hubo suerte.

Con ese gimnasio no estuve muy contenta por una serie de problemas generalizados que hubo, y porque acabaron eliminando las artes marciales y los deportes de contacto, dando excusas ridículas. Y, desde luego, una vez que tuve el veneno marcial en el cuerpo, no me iba a bastar el step. Acabé dándome de baja.

Luego estuve buscando un sitio que me gustara, y encontré un par. Me había decidido por uno, teniendo en cuenta precios, posibilidades de hacer cosas... Estaba bien y además la gente era agradable, pero vi que no iba a aguantar su horario prácticamente nocturno. Me lo pensé mejor y acabé haciendo wing chun en otro, que es donde sigo hoy día.