Una recomendación: si os ha gustado Kung Fu Sión (Kung Fu Hustle, 2004), entonces visionad Legend Of The Dragon (1990), una producción de presupuesto medio de Magnum Films Ltd., propiedad del afamado actor y director Danny Lee Sau Yin (conocido dentro de nuestras fronteras por su papel de policía en The Killer (1989), de John Woo), que también dirige la cinta, con una sorprendente maestría para tratarse de una comedia de AA.MM., género en el cual no es especialmente ducho, a tenor de anteriores trabajos (Law With Two Phases, 1984; Cop Busters, 1985; The Law Enforcer, 1986; Road Warriors, 1988, etc.), incardinados en el género policial de las Tríadas de Hong Kong. Quizá parte del mérito haya que atribuirlo al asistente de dirección, Lee Lik Chee, un polifacético profesional del mundo del cine (actor, productor, escritor y, por supuesto, director), con un talento especial para las comedias de Kung Fu, como lo atestiguan las magníficas Once Upon A Time A Hero In China (1992), Tigers, The Legend Of Canton (1993), Master Wong -vs- Master Wong (1993)... El caso fue que Legend of the Dragon recaudó, solo en Hong Kong, la no desdeñable cifra de 23.762 millones de dólares hongkoneses.
El argumento, aunque con ciertas dosis de originalidad, es simplista a más no poder -con resonancias de El Furor del Dragón (The Way of the Dragon, 1972) por el paralelismo en la historia de sus protagonistas. Chow Siu Lung (Stephen Chow Sing Chi) es un joven nativo de China con pocas luces que estudia Kung Fu bajo la tutela de su padre, Chow Fei Hung (Yuen Wah), respetado Sifu que regenta una Escuela Tradicional de AA.MM. A Chow le una una gran amistad (y cierto amor encubierto) con Mo (Teresa Mo Sun Kwan), una encantadora compañera de fatigas que suele tener más talento que él para aplicar las eficaces técnicas de Kung Fu enseñadas en clase.
Un día el padre de Chow recibe la visita de su hermano, Yun, también experto en Artes Disciplinarias, que reside en Hong Kong, trabajando para un corrupto hombre de negocios (Lung Fong), que le paga grandes sumas de dinero por realizar ciertos trabajos sucios de cobro de deudas a morosos. Yun le propone a Fei Hung que se desplace con él a Hong Kong, a fin de trabajar juntos de matones, a lo cual Hung se niega por cuestiones morales. Lo que no sabe Yun de regreso a casa es que, escondido como polizonte en el equipaje, viaja su sobrino.
Una vez que Yun descubre a su sobrino, y tras reprenderlo por su inconsciencia, lo acomoda en su casa. Por misterios del destino, Chow se revela como un excelente jugador de billar, juego con gran prestigio en la ex-colonia británica, que concita torneos donde se realizan fuertes apuestas. La noticia llega a los oídos de su padre, que no duda en ir en busca de su hijo pródigo, con un grupo de vecinos. Pero una vez allí, movido por la ambición de ganar dinero -al percatarse de los pingües beneficios que obtiene Chow en cada encuentro de billar- se mete en el turbio mundo de las apuestas. En una partida que enfrenta a su vástago con el campeón local, un gwailo -extranjero en idioma cantonés-, (interpretado por el fenómeno del billar de Hong Kong, Jimmy Whirlwind White), apuesta sus dinero, así como las tierras de sus vecinos, perdiéndolo todo. Yun, ante la situación apremiante de su hermano, opta por negociar una nuevo torneo, que poniendo como prenda todo el patrimonio de Chow Fei Hung, permita recuperar los bienes de los lugareños. Es el momento en el cual Chow Siu Lung tiene que poner en práctica los valores de Kung Fu en la mesa de billar... pues el futuro de su familia depende de él.
Stephen Chow muestra en esta película un humor atípico -lejos del maniqueísmo comercial de Shalin Soccer (2001)-, que, en su primera etapa cinematográfica como comediante, fue su tarjeta de presentación. Nos encontramos pues con un héroe ingenuo con una capacidad innata para un juego (en este caso, el billar). Impagable, por ejemplo, la escena en la cual Chow se pone a cien con la portentosa Amy Yip (Sex and Zen, 1991) o los guiños constantes a Bruce Lee, con la imitación de sus gestos. Sin embargo, su ineptitud no le impide tener escenas donde muestre su habilidad con el paragüas como si de una espada se tratase.
De hecho, la pelea en la calle entre Yuen Wah y Leung Kar Yang puede considerarse una de las bazas del filme en el aspecto marcial, un estilista de Hung Gar Kuen (Wah) contra un experto en Wing Chun (Yang) despliegan un rico abanico de técnicas impresionantes. Es justo reconocer que el coreógrafo de Legend of the Dragon, el prestigioso Corey Yuen Kwai (Yes, Madam, 1985), supo extraer las mejores virtudes de ambos actores marciales.
En definitiva, una película que no defraudará a los más exigentes...
Un saludo,
Fer
