Mensaje
por yawaraka » 15 Feb 2006 00:52
Desde el punto de vista del arte marcial que practico, las dos únicas maneras de que el contrincante no me agreda son: dolor y desequilibrio. En los controles de suelo en los que nuestro contrincante está bocarriba, y nosotros sobre el, el equilibrio de los dos es a priori, bueno, debido a la gran superficie de contacto con el suelo. Por lo cual, la única opción de garantía que nos queda, es el dolor. Al hablar del dolor, es interesante apuntar los niveles del mismo. Un dolor leve o moderado, espolea a nuestro contrincante a golpearnos con más mala leche. Un dolor intenso, imposibilita a la acción, mientras la intensidad se mantenga. Pero desde que el dolor es paralizante, hasta que se produce la fractura, existe un gran margen de actuación. Es posible, incluso, que antes de que se produzca la fractura, el contrincante pierda el conocimiento, o el control sobre sus esfínteres.
Entiendo las apreciaciones de Daedo Tagoya, pero también entiendo:
1º Si me meto en una pelea, es porque no lo he podido evitar y las circunstancias lo requieren, -no me voy a pelear por una bobada, o para demostrar mi hombría, sino para defender mi vida a la de mis seres queridos-. Pero si estoy metido en faena, coincido con Hermano Perro: Rompo, y para vevitar problemas me marcho del lugar.
2º Para aplicar dolor, además de golpear, luxar o estrangular, puedo aplicar una presión dolorosa ( fosas lacrimales, mentón, bajo el lóbulo de la oreja, genitales, etc.), dependiendo de la posición o tipo de control, accederé más fácilmente a una u otra cosa, e incluso combinándolas o encadenándolas según las circunstancias.
Conclusión: Los controles pueden ser apropiados para una competición deportiva (Judo, Lucha Libre, Sambo, Grecorromana, etc.), pero en la defensa personal, control sin dolor equivale a peligro.