Mensaje
por Einherjar » 08 Dic 2003 15:36
La técnica del avestruz, tan de moda hoy día, no conduce a nada bueno. Mirar hacia otro lado cuando se está cometiendo un acto vandálico o de violencia solamente puede redundar en perjuicio de todos. Está claro que una persona que se haya visto abandonada por sus semejantes en una situación de peligro, va a abrigar un fortísimo resentimiento que no dudará en poner en satisfacer cuando la víctima sea otro.
¿A qué nos lleva esto? A una espiral de "pasotismo creciente", donde cada cual ha de ser capaz de solventar por sí mismo sus problemas, sin inmiscuirse en los de un tercero. Lo malo de todo esto es que nunca se sabe cuándo le va a "tocar la china" a uno. Y, entonces, vienen los lamentos.
A lo largo de mi vida, he podido sacar varias conclusiones a través de mis vivencias:
a) La educación es fundamental. Todo niño es un salvaje en potencia si no se le muestra el buen camino desde una temprana edad. Todos hemos tenido rabietas de pequeños y, bien fuera mediante una bofetada, bien fuera mediante un castigo no físico, hemos aprendido que tal cosa no ha de hacerse, so pena de recibir un severo correctivo. Luego, el sistema de "premio-castigo" funciona (ha venido haciéndolo durante milenios).
b) Dicha educación es competencia exclusiva de los padres, no siendo posible delegar tamaña responsabilidad en los profesores y personas del entorno. He tenido la desgracia de criarme en un barrio marginal y sé de lo que hablo. En el colegio público, los profesores nos trataban a todos con un mimo y respeto exquisitos, intentando inculcarnos valores positivos. Ni qué decir tiene que la gente que provenía de familias rotas, de entornos donde la delincuencia era moneda común o la droga hacía estragos, se pasaban por el mismísimo forro todo lo que se nos enseñaba. Es decir: la sociedad no puede suplir un entorno familiar.
c) Comprensión, diálogo y solidaridad son bonitas palabras, aunque muy malinterpretadas. "La caridad bien entendida comienza por uno mismo", reza un sabio dicho popular. Y llega un momento en que hay que empezar a plantearse hasta qué punto ciertas personas (que no colectivos) son merecedoras de compasión, piedad y esfuerzos sobrehumanos por ayudarles, mientras ellos se chotean a tu costa y, si pueden, te afanan la cartera y violan a tu mujer.
d) Hay determinados individuos que están más allá de cualquier intento de rehabilitación y que, por lo tanto, hay que quitar de la circulación. Si un perro rabioso es sacrificado debido a su enorme peligrosidad, no veo por qué va a ser diferente con alguien que ha demostrado ser un peligro público (asesinos múltiples, violadores, gentuza con docenas de denuncias por agresiones...). Dado que "sacrificar" parece una palabra un poco fuerte aplicada a un ser humano (aunque habría que revisar lo que se entiende por "ser humano"), seamos piadosos y encerrémosles de por vida, imposibilitando su retorno al mal camino (y, por supuesto, ganándose el pan, aunque sea haciendo autopistas a pico y pala; nada de estar tocándose los huevos en una celda).
e) Hace ya algún tiempo, y evito especialmente mencionar nuestro país para no crear referencias a un tiempo dictatorial, en cualquier rincón del mundo civilizado, si una persona se caía en la calle, si alguien sufría cualquier tipo de percance, no faltaba quien fuera a socorrerle. Y esto ha sido así en Inglaterra, USA, Alemania, Francia, España, Austria, etc, etc, etc... ¡Y pobre de aquel que osase levantar la mano contra otra persona! ¿No os habéis parado a pensar por qué los carteristas tan frecuentes en otra época, son una especie casi extinta? Porque ser un carterista requiere habilidad y trabajárselo mucho, mientras que "tirar de bardeo" sabe hacer cualquier papanatas. La diferencia estriba en que antes, si a uno le pillaban robando una cartera SIN VIOLENCIA, a lo mejor se podía ir sin que le hubieran partido las piernas. A lo mejor. Basta imaginar lo que le hubiera sucedido a aquel que hubiera tenido el atrevimiento de hacer uso de la violencia. Luego, una vez más se demuestra que, "la letra, con sangre entra".
f) Resulta inconcebible que una persona sea atracada en mitad de un mercado sin que nadie mueva un dedo por ayudarla. Habida cuenta de la cantidad de cuchillos y ganchos que suelen existir en las pescaderías y carnicerías. La persona en cuestión fue mi abuela y, según sus propias palabras, "esto, hace unos años, habría costado los dedos de su mano al cabrón que me partió el codo". Y no se refería precisamente a la policía. De hecho, sin ir más lejos, recuerdo una vez que, de pequeño estábamos insultándonos a grito pelado dos ex-amigos cuando, de repente, bajó un vecino, nos agarró de la oreja y nos obligó a ir a casa de nuestros padres, donde le recriminaron que no nos hubiera cruzado la cara con un bofetón. Por supuesto, luego nos cayó la del pulpo. Hoy día, si alguien se atreve a decir algo a un mococo, lo más probable es que este le responda con MUY MALOS MODOS, poniéndose chulo. ¡Y que Dios te pille confesado como le des un soplamocos!
Como ya dije con anterioridad, soy un firme partidario de la Tolerancia Cero para con aquellos que no saben vivir en sociedad. Respeto para el que respeta, educación para aquel que es educado con los demás. Siempre que pueda, echaré una mano a mis semejantes si estos se ven en un aprieto; pero no me engaño: sé que lo más probable es que nadie mueva un dedo por mí si me toca el papel de víctima. Sin embargo, hay que comenzar dando ejemplo: tal vez esa persona a la que ayudamos, cuando los papeles se tornen y sea ella la que esté en disposición de echar un cable, decida convertirse en un participante activo y no mirar hacia otro lado.
Y, desde luego, a toda esa basura, chusma, gentuza y demás calaña (con independencia de su etnia, credo, estatus social, aspecto, origen o situación), que viven de "dar el palo", que se divierten propinando palizas, que se aprovechan del esfuerzo ajeno... ni un respiro, ni un gesto amable y menos aún solidaridad. A menos que estén dispuestos a saber convivir en armonía con el resto de sus semejantes.