Estudiante tiroteado en mi universidad

En este foro se habla de defensa policial y militar (métodos, armamento, etc.), así como de los aspectos jurídicos implicados (legislación sobre agresiones, etc). Se evitará entrar en debates políticos, y se potenciará el debate técnico. Este NO es un foro de sucesos ni de política.

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ArtistaMarcial
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Mensaje por ArtistaMarcial » 12 Feb 2006 20:07

JuaM, en primer lugar decirte que soy, vivo y me siento español, y encima, muy orgulloso de ello.
JuaM escribió:¿Quien ha hablado aqui de atracadores, para asemejarlo al rompecristales?
Para el caso es lo mismo: tu propones que si un agresor "se dirige a una de las chicas policias, que corran al rededor del chico por ejemplo". Cosa que es de una estupidez terrible, porque es IMPOSIBLE que alguien como ese tio dispuesto a agredirte no te coja si te pones a correr alrededor de él, en todo caso tendrías que correr lo más lejos que puedas, y aún así podría pillarte, porque no es precisamente un anciano bajito.
Haz la prueba, dile a alguien que intente cogerte, y tu intenta correr alrededor de él. Te cogerá seguro.
JuanM escribió:
ArtistaMarcial escribió:Si claro, ahora es así como funciona la justicia: rompes algo y te pegan tres tiros sin ningún juicio...
¿No es esto lo que ocurrió?
NO, NO ES ESO LO QUE OCURRIÓ.
Lo que ocurrió es lo siguiente: un loco rompe unos cristales, escupe a una agente e intenta agredir a otra, ésta última se defiende y dispara al atracador al temer por su vida.

POR EL HECHO DE ROMPER LOS CRISTALES **JAMÁS** habría recibido ningún balazo.
Recibió el balazo cuando intento agredir a la policía, y de haberlo logrado, se habría hecho con una pistola que podría haber utilizado para matar a las policías o a cualquier ciudadano inocente.

Lo que tu quieres entender es que la policía vió unos cristales rotos, y sin ninguna clase de juicio decidió acabar con la vida de esta persona a base de balazos, seguramente para tener argumentos sobre lo malos que son los EE.UU. Pero esto no es así, y ya lo he explicado antes.

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$kronos$
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Mensaje por $kronos$ » 12 Feb 2006 22:02

Salvo que te aburras yo de ti no perderia el tiempo xq en estos casos por mucho que expliques que 2+2 son cuatro hay gente que simplemente contestara que son 5 y sin mas.
Es una cosa que me rodea, al final tendre que hacerme asocial y autista porque estoy cansado de ver a la gente opinar sobre flores en el desierto. Vamos que la gente es muy lista cuando lo ve desde fuera y a toro pasada pero me gustaria verles en la situacion.

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Týr
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Mensaje por Týr » 13 Feb 2006 10:47

O sea, para disparar a las lamparas.

Es una buena manera de espantar a un ladrón.

Que la ley permita disparar a alguien **SEGÚN QUÉ CIRCUNSTANCIAS** no quiere decir que aquello sea el Salvaje Oeste, mal que les pese a los empachados de 'spaghetti western'.

Lee bien

Leo perfectamente, gracias.

comprende lo que has leido, por lo menos cuando me leas a mi

Comprendo a la perfección lo que he leído (una sarta de falsedades e insensateces, basadas en el desconocimiento).


y ahorrate tus consejos sin fundamento.


De igual modo que yo a ti no te digo lo que has de escribir o no (aunque sean auténticas memeces y den vergüenza ajena muchas de ellas), sería muy de agradecer que te abstuvieras de recomendarme acerca de lo que yo escribo o dejo de escribir (entre otras cosas, porque me voy a pasar dichos consejos por el "arco del triunfo").

Saludos.

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Týr
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Mensaje por Týr » 13 Feb 2006 10:52

y el caso que antes comentaba tyr( creo que era)el del tio que pidio una moto para escaparse de la policia y que mas tarde fue embestido por el coche, digo yo: no seria mas facil haberle dado la moto con medio litro de gasolina para que aguante solo 2 kilometros y se quede tirado????

Nadie sabe cuánta gasolina había en el depósito de la moto, así que las conjeturas al respecto son un tanto absurdas. Y, a tenor de las imágenes emitidas, el "atropello" no fue tal; lo que se trataba de hacer es interponer el coche en el camino de huida del delincuente para que a este no lo quedase más remedio que frenar y rendirse.

Supongo que el tipo decidió arriesgarse y la cosa le salió mal.

Personalmente, yo le habría pasado por encima con un Hummer, con la reductora ultracorta engranada y el freno de mano activado.

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$kronos$
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Mensaje por $kronos$ » 13 Feb 2006 12:44

Os cambio la pregunta. En que pais que se precie y esten tan extendidas las armas de fuego se va a penar que una persona en su casa, la cual tiene una puerta y unas ventanas, que es un a propiedad privada y como tal nadie deberia entrar sin invitacion, utiliza su arma de fuego con el fin de proteger a su familia ante un desconocido que lo mas probable es que entrase por curiosidad y por ver si hay algun famoso al que pedirle un autografo.

Vamos que lo que se podria discutir es el derecho a poseer armas de fuego en la sociedad

P.D- Para ahorraros tiempo, lo que vayais a defender las proporcionalidad pensar una cosa:: Cuando juegas al mus y vas con 4 chones avisas al contrario para que no pierda demasiados garbanzos?¿? Pues imaginaros en una situacion en la que la perdida de tu ventaja y sorpresa puede significar la muerte de ti mismo o de tu familia. Vuelvo a decir que prefiero un culpable muerto que el riesgo de un inocente muerto y mas si conozco al incocente

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Pankratos
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Mensaje por Pankratos » 13 Feb 2006 12:52

$kronos$ escribió: utiliza su arma de fuego con el fin de proteger a su familia ante un desconocido que lo mas probable es que entrase por curiosidad y por ver si hay algun famoso al que pedirle un autografo.

:o


pero....por dios.... con todos mis respetos....vaya gilipollez


y si en vez depor un famoso fuese alguien que se esta cagando pero en el bar de la esquinno le dejanusar el baño porque es solo para clientes y como se le ha olvidado la cartera no puede comprar nada y tan desesperado esta por giñar antes de que le pete el orto se dice "c**o voy a entrar en una casa que lo mismo tienen algo para leer"....

o si es alguien que ha entrado porque resulta mas facil atravesar la casa para ir a comprar el pan en vez de tener que dar la vuelta a la manzana porque le duelen los pies y asi tendria que andar menos....


o si es un sonambulo que se quedo dormido esperando a que el semaforo se pusiera en verde y salio del coche andando dormido y sin querer se metio en la casa de alguien...

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Snake
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Mensaje por Snake » 13 Feb 2006 13:58

Ya sabeis, ....... «Un policía debe ser una mezcla de todos los hombres: un santo y un pecador, un golfo y un dios. Es el más buscado y el menos deseado de los hombres. Un ser extraño al que se llama `señor´ de frente y `perro´ por la espalda, tan diplomático como para poder mediar entre dos individuos haciendo creer a cada uno que ha ganado, capaz de sostener una pelea con dos hombres más fuertes y más jóvenes que él sin dañar su uniforme y sin ser `brutal´. Tiene que tomar, además, una decisión en un instante, cuando la misma cuestión le llevaría meses a un abogado, y ser un experto en el manejo de las armas de fuego, capaz de sacar una a la carrera y alcanzar el objetivo allí donde no le haga un mal grave. A continuación, explicar exhaustivamente por qué ha disparado».

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Chema
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Mensaje por Chema » 14 Feb 2006 02:32

Me ha gustado mucho la cita, Snake. :D ¿Puedo preguntarte dónde la has obtenido? Sería muy grato para mí el poder leer el texto al completo, pues si está a la altura del botón de muestra que nos has ofrecido seguro que no tiene desperdicio. 8)

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Snake
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Mensaje por Snake » 14 Feb 2006 11:24

Chema escribió:Me ha gustado mucho la cita, Snake. :D ¿Puedo preguntarte dónde la has obtenido? Sería muy grato para mí el poder leer el texto al completo, pues si está a la altura del botón de muestra que nos has ofrecido seguro que no tiene desperdicio. 8)
Pues la cita seguro que la puedes ver en muchos foros dedicados a este tema, pero ademas esta escrita en un folio y puesta en la Comisaria de Moratalaz en la oficina de "Los Centauros".
Asi es como empieza el articulo de los periodistas que pasaron la noche con ellos haciendo un reportaje que te posteo a continuacion.

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Snake
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Mensaje por Snake » 14 Feb 2006 11:29

El inspector jefe, me informan, me recibirá en unos minutos. «Espéralo aquí.» Estoy en una pequeña oficina de la cuarta planta de uno de los edificios antiguos del complejo policial de Moratalaz. Cada poco tiempo, alguien se asoma o entra. Algunos saludan; otros –más tímidos que descorteses–, no. Recorro con la vista el sitio y descubro en un rincón una caja llena de bates, estiletes, palos, hachas y otras armas blancas incautadas. Asusta pensar que en el Madrid que brilla tras la ventana haya gente portando semejantes cosas. En una pizarra, clavados con chinchetas, varios recortes de periódico, expedientes, fotos de personas buscadas, y más allá, adherido a un armario, un texto sin firma titulado Perfil del policía.

Mientras espero, leo: «Un policía debe ser una mezcla de todos los hombres: un santo y un pecador, un golfo y un dios. Es el más buscado y el menos deseado de los hombres. Un ser extraño al que se llama `señor´ de frente y `perro´ por la espalda, tan diplomático como para poder mediar entre dos individuos haciendo creer a cada uno que ha ganado, capaz de sostener una pelea con dos hombres más fuertes y más jóvenes que él sin dañar su uniforme y sin ser `brutal´. Tiene que tomar, además, una decisión en un instante, cuando la misma cuestión le llevaría meses a un abogado, y ser un experto en el manejo de las armas de fuego, capaz de sacar una a la carrera y alcanzar el objetivo allí donde no le haga un mal grave. A continuación, explicar exhaustivamente por qué ha disparado». «¿Tú eres el periodista?» Alguien ha hablado a mi espalda. Me giro y nos presentamos.

Paco es el inspector jefe del Grupo II de los Centauros, la Sección Especial de Reacción y Apoyo de la Policía Nacional de la Jefatura Superior de Madrid: una brigada nocturna, única en España, integrada por 100 hombres repartidos en tres grupos de 30, que van turnándose, para patrullar la capital entre las diez de la noche y las siete de la mañana. «Perdona», me dice, y se dirige a alguien que pasa por el pasillo: «Tú y Fernando no os cambiéis, que hoy vais de paisano». Uno a uno, los centauros van llegando desde sus casas, dejando atrás sus vidas y, acaso, la sonrisa de un niño y de una mujer. Me sorprende pensar en esto sin esfuerzo profesional: detrás de la leyenda de hombres fríos y solitarios que arrastra este Cuerpo, hay una realidad tan familiar y cotidiana como la de cualquier otro. La mayoría escapa al tópico del policía –no lo parecen y es fácil simpatizar con ellos– y, de paisanos, podrían comprar cocaína a cualquier camello sin que éste advirtiera a tiempo estar vendiéndole el alma al diablo.

Me imagino en el lugar de ellos, ya que voy a ir a ocuparlo también yo esta noche, como uno más, sin restricciones, expuesto, física y mentalmente, a lo que surja. Paco mira una carpeta y me cuenta que, tras una breve reunión con el grupo, el fotógrafo y yo saldremos con él y con Fernando en un coche. Entonces llega este último y Paco me lo presenta

Fernando tiene 38 años y lleva 16 en la Policía. Roza el metro noventa y es evidente que no abandona el gimnasio. Viste vaqueros, cazadora y zapatillas; noches después lo vería de uniforme. No parece en absoluto un policía, pero, en cuanto sabes que lo es, te cuesta entender que no lo advirtieras antes. Eso le ha permitido, y aún hoy le permite, trabajar de infiltrado. De un modo u otro, uniformado o no, impone respeto. Carece de rango –es sólo policía de base–, pero no le falta autoridad. Sus compañeros y sus jefes ven en él un referente por su amplia experiencia. Pasó por Vigo y, en los 90, por el País Vasco protegiendo a ministros y a otras personalidades amenazadas por ETA. Más tarde llegó a Madrid, donde trabajó varios años de incógnito en asuntos de narcotráfico y pasó otros siete en la unidad de motos. Allí conoció a Paco y, desde junio pasado, están juntos aquí.

Montados en un Volvo gris de `paisano´, el fotógrafo y yo asistimos, apenas salir del complejo policial de Moratalaz, a lo que llaman `prevención activa´: anticipar, por sospecha, la actividad delictiva y no limitarse a esperar que surja ni confiar en que la sola presencia policial disuada a los delincuentes. Vamos por la M-30; Fernando conduce; Paco dirige, escuchando en todo momento la emisora interna. «Aquél lleva prisa, ¿no? Veamos por qué.» Fernando sigue el rastro a un A4 negro de cristales oscuros. Mientras, Paco pasa por radio la matrícula del coche. En menos de un minuto le informan de que no es robado.

Podía haberse tratado de un alunicero, el perfil de delincuentes más efectivo y difícil de pillar cuando dan sus palos y alcanzan una vía de escape amplia. «Buscan con desesperación las avenidas y la M-30 o la M-40 siempre, a ser posible, en dirección Barajas», cuenta Fernando. «Como no los pilles antes, los pierdes.» Los coches de la Policía –tanto estos Volvo como los Picasso– no superan los 180 kilómetros hora, y los aluniceros llevan buenos vehículos. «Van a más de 220. Los ves irse delante de ti y te mueres de impotencia.» Matías, el fotógrafo, pregunta por qué en dirección Barajas. «Para escapar del Cóndor, un helicóptero de la Policía que nos ayuda en las persecuciones y que, al acercarse a Barajas, debe frenar porque entra en el espacio aéreo.»

Un par de horas más tarde, tras reunirnos con otros siete subgrupos en Usera, uno de los centauros de paisano describe cómo es el garito que van a `reventar´ y cuánta gente hay dentro. Paco indica el orden de llegada de los coches, de cuyos maleteros sus hombres sacan ahora los cascos. En adelante, todo sucede en segundos. Llegamos a toda velocidad, y a una aún mayor bajamos y entramos al local con firmeza, aunque ya sin prisa. El silencio se solidifica en el ambiente. Uno de los centauros dice: «Buenas noches, permanezcan en sus lugares. Es sólo un control de rutina. Cuanto más rápido lo hagamos, mejor para todos». Los policías ya se han situado estratégicamente y uno de ellos recoge la documentación de los presentes. En un sector despejado piden a los hombres que vacíen sus bolsillos sobre una mesa para después cachearlos. Alicia, la única mujer del grupo, hace lo mismo con las mujeres. El trámite es largo y algunos preguntan si ha habido denuncias. La Policía reitera que es sólo un control de rutina.

Salgo a la calle. Sobre el capó de un coche, dos centauros pasan los nombres por radio para averiguar antecedentes. La calle está cortada, y un vecino, un hombre de más de 50, pregunta qué ha ocurrido. La respuesta lo decepciona. «¿Cuándo haréis algo con este sitio? Estamos hartos del ruido, de las peleas; es todas las noches lo mismo.» La Policía le responde que debe llamar cuando estén sucediendo los hechos y hacer las denuncias correspondientes. Otros suramericanos que pasan por aquí se enzarzan de pronto en una discusión con el hombre, que dice: «Estamos hartos de esta gentuza». «Oiga, un poco de respeto.» «Vosotros sois los que no respetáis nada. ¿Por qué no os volvéis de una vez a las aldeas andinas de las que habéis venido, incultos?» «Será porque vosotros nos habéis ido a robar todo y a matarnos. Tú no eres más que un hijo de moro.» Sólo la presencia de los centauros impide que la cosa vaya a más. Al cabo de la redada no hay detenidos. «Todos, limpios», concluyen. Agradecen la atención y nos vamos.

«Madrid tiene esto –me explicaba Juan Carlos, un subinspector del grupo–. Está tranquila durante horas hasta que cuando menos lo esperas se arma una gorda.» Los hechos no tardan en avalarlo. Todo ocurre de pronto, en un instante. Oímos por la radio que un Renault Clio blanco huye por la M-30 en dirección Alcobendas tras haber hecho maniobras extrañas en Casa de Campo y negarse al alto de la Policía. «Joder –dice Paco–, los tenemos a tiro.» Estamos a un paso del acceso a la M-30 por Marqués de Vadillo. Fernando gira y salimos a toda velocidad por General Ricardos. Paco saca el brazo por su ventanilla y coloca el lanzadestellos sobre el techo del coche. El fotógrafo y yo vamos de un lado a otro en el asiento trasero: Fernando conduce con cinematográfica destreza, esquivando coches. Algunos no se enteran de que venimos detrás.

«Ponme música, Paco.» La sirena comienza a sonar. Al llegar a la M-30, las obras nos impiden el acceso directo. «Joder, son ésos.» Desde arriba, a sólo 20 metros, vemos pasar el Clio con tres individuos dentro. Lo siguen una, dos, tres patrullas. Fernando se mete en sentido contrario por el único acceso a ese carril de la M-30 y nos sumamos a la persecución. En pocos segundos volamos sobre el pavimento. Vamos al menos a 160 kilómetros por hora y pronto alcanzamos la primera de las patrullas, que nos da el paso. Por la radio siguen transmitiendo la ubicación del coche en fuga.

Esquivamos otros dos vehículos y ya estamos ante una segunda patrulla. «Hazte a un lado –dice Fernando–; venga, éstos no se nos van.» El segundo Zeta nos reconoce y también se abre cuando escuchamos por la emisora la palabra `accidente´. Fernando baja la velocidad y a los pocos metros vemos destrozada la patrulla que nos quedaba por delante, con el airbag activado y, más allá, el Clio blanco también siniestrado. Entre ambos, milagrosamente intacto, un coche particular a cuyo volante el conductor observa la escena sin terminar de creérsela. Bajamos todos mientras los tres sospechosos saltan una valla y huyen a la carrera, perseguidos por Juan Carlos, un subinspector, y otros centauros.

Fernando ha bajado con la escopeta recortada, se aleja de nosotros y trepa a la valla. Se escuchan unos disparos, no sabemos de dónde vienen, y nos protegemos tras el Volvo cuando vemos venir a Fernando. «Subid, subid al coche.» Gira y salimos nuevamente en sentido contrario por la M-30 hacia Marqués de Vadillo. Los coches nos ven venir y nos esquivan. Por la emisora reiteran que los delincuentes huyen hacia el norte. En pocos segundos cogemos la salida, luego la glorieta y al fin la calle desde la cual vemos, a 200 metros, un patrullero. Junto a él, varios policías han logrado reducir ya, tras una pelea, a dos de los delincuentes. Hay cuatro policías heridos. Fernando y otros dos centauros descubren al tercero a 50 metros, escondido bajo un coche. «Fernando comunica por la emisora: `Hemos hecho un hat trick. Tres de tres´.» Dos de ellos con antecedentes penales. Pero como no los han pillado con nada encima, es posible que lo hayan tirado, hoy, a estas horas, cuando usted está leyendo este reportaje, estarán libres.

«Sí –reconoce Paco–, pillar cinco veces a una misma persona en poco tiempo desanima, y eso nos ocurre continuamente: vemos más delincuentes volviendo a la calle que entrando a prisión, no por delitos violentos, que sí acaban en la cárcel, sino por éstos, llamados `gratuitos´, que no implican violencia contra otra persona, pero que afectan mucho a la sensación de seguridad, ya que causan una gran alarma social. Algunas leyes deberían ser más duras con la gente de reincidencia delictiva elevada. Las penas deberían ser disuasorias. Si no, esta gente siente que el peso de la ley no es tal y asume el riesgo de una condena porque el beneficio del hecho delictivo le compensa.»

No es la única contradicción que uno advierte por parte del Estado. Un policía nacional que, como éstos, se juega a diario el tipo gana unos 1.400 euros mensuales; un policía municipal de Madrid, con un nivel más bajo de exposición y competencias, roza los 2.000. Fernando, como otros muchos compañeros, tiene un segundo empleo y no ascendió de rango por elección. «No me compensa ponerme a estudiar para opositar y ganar sólo 20.000 pelas más. Con mi otro trabajo saco más. Y con estos sueldos, si la mujer de uno no trabaja, una familia no vive.»

Las mejores ofertas del sector privado ante sueldos tan proporcionalmente bajos para el riesgo que encierra esta profesión han tentado incluso al creador de los Centauros, el ex jefe superior de la Policía de Madrid, Miguel Ángel Fernández Rancaño, que ha dejado este Cuerpo para convertirse en jefe de seguridad de La Caixa.

Últimas horas del servicio. Entramos en la Casa de Campo. Las prostitutas –o según Fernando, las mujeres prostituidas, «el 90 por ciento de ellas está bajo presión»– subrayan lo poco que `canta´ el coche. Se acercan a ofrecerse y sólo entonces descubren a Paco uniformado. Los centauros no se preocupan por las mujeres; sólo por los coches que pasan por el carril contrario. No sería la primera vez que pillan algún chulo vinculado a la trata. Entonces sucede: al unísono, los dos dicen «ése». Un Seat claro con dos personas a bordo. Damos la vuelta, cogemos el sentido contrario y adelantamos coches hasta alcanzarlo. Paco, arma en mano, le indica al conductor que se detenga. En segundos, los centauros están fuera, encañonándolos. «¡Las manos delante, las manos delante! ¡Donde las pueda ver, c**o!» Ambos repiten gritando esta misma orden. Se suman ahora dos policías de la Casa de Campo, los Zodiacos, y ayudan a requisar el coche y a cachear a los detenidos. Las noticias llegan por la radio. Al parecer, uno de los detenidos, marroquí, está en busca y captura por un delito en Ceuta. Dudan: en la fotografía de los antecedentes lleva un esparadrapo en el mentón. Uno de ellos le ilumina la cara con la linterna. «Bingo. Tiene un corte en el mentón.»

«Tú nunca sabes a quién paras ni si va armado –dice Fernando–. Aquí no puedes pedir permiso. Prefiero pedir disculpas.» Les pregunto por qué coincidieron en marcar ese coche. «No sé –me cuenta Paco–. Lo ves. A veces voy de paisano, en familia, y reconozco quién es un chorizo y, fíjate, él también sabe que soy policía.» Paco es hijo de policías y, desde niño, su familia quiso disuadirlo de que siguiera la tradición familiar. «Pero si ésta es tu vocación, no hay quien te frene. Y no me arrepiento. Ésta es una de las profesiones más bonitas que hay.»

Fernando, en cambio, jamás se había planteado serlo. «Qué va. Me metí en el Cuerpo incluso sin ganas. Mi padre me dijo: `Échate esto, a ver qué sale´, pensando en un trabajo estable para mí. Me preparé en dos meses, lo hice y aquí estoy. Al final es un vicio: te va el trabajar en esto, el salir a la calle, el tratar con los malos… Yo vuelvo siempre encantado a casa y me siento bien al levantarme. Y al acostarme, mejor aún porque tengo claro que he hecho cuanto estaba en mis manos. Nunca digo: `Uf, hoy no hago nada´. Puedes no estar motivado algún día, pero aquí espabilas rápido.»

Es tarde y ya vamos de recogida. Les pregunto qué hacen ahora al volver a casa. «Yo –dice Fernando–: mi desayunito, la tele, un vistazo al periódico y doy vueltas un rato. Lo que no hago es contar nada a mi chica. No dices: `Buah… Menuda persecución… Pa´ habernos matado…´ Le digo que todo estupendo, como siempre. Si no, la vuelves loca.» Paco también calla, pero su plan es otro. «Compro el chocolate, las porras, llego, despierto a todos y hago un desayuno familiar. Ya que no hemos cenado juntos, al menos desayunamos a la vez. Y ya, después, sí, me echo a dormir tranquilo.»

21:10 COMIENZA LA JORNADA
Los centauros empiezan su jornada laboral en el complejo policial de Moratalaz. Van vestidos de paisano, y algunos, como Fernando, salen a trabajar así, de acuerdo a los operativos previstos. El resto se enfunda en el uniforme azul de la Policía antidisturbios. Además de la pistola reglamentaria y otros componentes de defensa personal y de reducción de detenidos, portan escopetas recortadas, cascos y chalecos antibala.


21:30 CASI UNA FAMILIA
Antes de salir a la calle, el inspector jefe reúne a sus hombres para planear la noche. Tienen entre 25 y 40 años y están muy en forma. No son un grupo de élite, pero cualquiera no puede integrar este heterogéneo equipo. «Aquí se exige un determinado perfil –dice Paco, jefe del Grupo II–. Esto es muy duro y, por eso, vocacional. Necesitas gente que ya conozcas y que entienda tu filosofía de grupo. Necesitas crear una familia.»


22:00 VIAJE AL FIN DE LA NOCHE
Los centauros bajan al parking del complejo y montan, de dos en dos, en Zetas (patrullas móviles) y en coches de `paisano´: unos Volvo grises que sólo los delincuentes han aprendido a reconocer. Cuentan, además, con motos, todoterrenos y el apoyo de un helicóptero. Los reporteros de XLSemanal salimos, en principio sin rumbo fijo, en un Volvo con Paco, el inspector jefe, y Fernando. Nuestro destino final: el alba.



01:30 `REVENTANDO´GARITOS
Sin anestesia ni avisos, los centauros irrumpen en diversos pubs y burdeles. «Buenas noches, permanezcan en sus lugares. Es sólo un control de rutina. Cuanto más rápido lo hagamos, mejor para todos.» «El tándem inmigración ilegal-delito es frecuente», explica Paco. «No es ir contra los `irregulares´: no los buscamos en una construcción... En estas redadas solemos incautar drogas y armas blancas. Es `prevención activa´.»



03:51 HUÍDA DE PELÍCULA
Por la emisora, alertan sobre un coche que se dio a la fuga por la M-30 en dirección Alcobendas, tras realizar extrañas maniobras en la Casa de Campo y no detenerse ante el alto de la Policía. «Los tenemos a tiro», dice Paco. Fernando acelera y dice: «Ponme música». La sirena comienza a sonar. Salimos a la M-30 cuando los prófugos pasan. Comienza la persecución



03:57 CARRERA CON OBSTÁCULOS
Nuestro coche vuela a más de 160 kilómetros por hora, esquivando a otros, con el lanzadestellos y la sirena encendidos. Por la radio, otro policía actualiza la persecución. De pronto, oímos la palabra `accidente´ y, a pocos metros, vemos una patrulla destrozada por el choque y con el airbag activado. Hay dos centauros heridos. Más allá, igual de inservible, el coche de los prófugos, que ya saltan una valla y prosiguen la fuga a la carrera.



04:16 HAT TRICK: TRES DE TRES
Los centauros apresan a dos de los prófugos, tras una larga carrera entre las obras de la M-30 y la calle Antonio Leyva. Ahora encuentran al tercero escondido debajo de un coche aparcado. «Suelen hacer esto –explica Fernando–. Si los pierdes de vista, los imaginas en China y están a sólo 20 metros de ti, esperando que te vayas.» Dos de los tres detenidos tenían antecedentes penales



05:05 `CAZA´ DE CAMPO
Los centauros detienen y requisan los coches que circulan por un gran parque convertido en prostíbulo público. Hacen bajar a sus ocupantes, los cachean y piden sus antecedentes por radio. Averiguan, también, si el vehículo es robado. Otras veces recorren el sitio vestidos de paisanos mirando ante todo a quienes conducen. Así han `cazado´ ya a algún `chulo´ rumano, búlgaro o kosovar, o como esta noche, a un individuo que estaba en busca y captura.

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Chema
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Mensaje por Chema » 15 Feb 2006 03:13

Muchísimas gracias por la transcripción del reportaje, Snake. :D La cruda realidad con la que tiene que bregar esta gente en su día a día, personalmente, me impresiona muchísimo más que el sensacionalismo y el morbo barato de ciertos revulsivos programas de televisión... que, para colmo, suelen ser líderes de audiencia. :( Lo que se me antoja más triste del caso es que, no sé por qué, me da en la nariz que la noche en que se realizó el reportaje puede incluso ser calificada de las tranquilas y sin demasiados sobresaltos. :cry: Dicho sea con el corazón en la mano, de verdad que ojalá me equivoque.

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