Mensaje
por Týr » 23 May 2007 15:37
Por cierto Tyr, tu que has practinado Shito Ryu( llegaste a segundo Dan creo) ¿qué piensas sobre los cinturones negros de ayer y de hoy?; me refiero a la cuestión que yo planteaba en un post anterior de este interesante tema. Te lo pregunto porque me huele que has sido testigo de la trancisión y porque tus aportaciones suelen ser bastante enrriquecedoras(no es peloteo).
Los practicantes de artes marciales de mi generación (alrededor de la treintena) hemos sido testigos y partícipes de una transición social a muchos niveles. Provenimos de una época en la que el respeto (aunque fuera forzado) era la norma (un chaval de doce años ni siquiera soñaba con chistar a uno de quince, mientras que hoy día cualquier "mico" te vacila) y el 'tatami' no era una excepción.
A pesar de reinar un ambiente jovial y distendido en el 'dojo', la gente tenía plena conciencia de estar allí para **sudar y trabajar**, no como un acto social para conocer gente y hacer algo de deporte. El 'sensei' era un Profesor, en el sentido amplio de la palabra; nada de un "colega" con el que poder bromear y charlar durante la clase. Existía, en definitiva, toda una filosofía de trabajo y disciplina con metas a muy, muy, muy largo plazo. Digamos que uno acudía al gimnasio para entrenar, no para divertirse (aunque al final uno se lo acabase pasando de miedo).
Los cinturones, por tanto, eran hitos realmente significativos, producto de un gran esfuerzo personal y de una constancia a la hora de entrenar. Cosa que hoy día parece haberse diluido en una espiral de requerimientos decrecientes; basta con acudir a las clases el tiempo suficiente para obtener un cinturón negro, a pesar de haber haraganeado todo el tiempo. Y libre Dios a un instructor de siquiera sugerir que el alumno tal vez no se merezca un pase de grado, ya que muchos infieren que ello va con el pago de la cuota.
No obstante, la generación inmediatamente anterior (como ya comenté, mis dos progenitores eran artistas marciales mucho antes de nacer yo) entrenaba mucho más duro, de forma casi hosca, manteniendo una distancia enorme respecto del 'sensei' (lo cual no es necesariamente malo) y sometiéndose a no pocas pruebas de voluntad (estcancar adrede a los alumnos en un fase frustrante para comprobar quiénes son los que realmente se hallan interesados y quiénes abandonan el barco a la primera dificultad) y a entrenamientos físicos **MUY** exigentes.
Nada que ver con el panorama actual, donde los deportes de contacto parecen ser el último reducto del alma del guerrero (salvo honrosas excepciones marciales).