Desde que practico Body Combat en el gimnasio, mantengo una relación cordial con una compañera, bastante simpática, con la cual estoy constantemente bromeando al término de las clases. Hoy por la mañana, al finalizar la sesión, hicimos un amago de combate amistoso durante unos minutos, delante de varios compañeros. La esperé a la puerta del gimnasio para, en tono de chascarrillo inocente, pedirle que me invitara a tomar una cervecita por apalizarme de semejante manera en nuestra pelea amistosa. Mi intención era conversar un ratito, pues nunca he llegado a charlar en serio con ella. Pero se negó tajantemente, con cierta indignación, alegando que la esperaban en casa. Le dije que no pasaba nada. Creo que ninguno de los dos debería sentirse herido en su fuero interno, ¿no?

Pues hoy por la tarde, al terminar la clase de Taichi Chuan, el instructor se dirigió a mí en plan confidencial para advertirme de que tuviese cuidado con esa chica, pues estaba difundiendo en el gimnasio que era un salido que le tiraba los tejos a todas horas. ¿Historia surrealista? No, real como la vida misma.
Como dice mi padre: ya no se puede fiar uno ni de su sombra...
Un saludo (con cara de perplejidad),
Loup




