No es mi intención realizar, en este artículo, un histórico de los muchos sistemas de entrenamiento que han surgido a lo largo de la historia de nuestro deporte desde sus inicios, a principios del siglo XX, hasta el presente. Creo que poco o nada aportaría a la hora de arrojar luz sobre un tema tan complejo como es el de la metodología culturista. Dicha complejidad no viene dada, precisamente, por la dificultad en comprender las bases anatómicas, fisiológicas y biomecánicas en las que se fundamenta el entrenamiento con pesas orientado al desarrollo muscular estético. No es ese el problema. El problema es más de índole mercantilista y su raíz hay que buscarla en lo que conocemos como Sistema Weider de entrenamiento.
Desde mi punto de vista, no podemos negar la determinante influencia que los hermanos Weider han ejercido en el crecimiento y difusión de nuestro deporte. Gracias a ellos y su preclara visión de lo que debe ser una empresa que pretenda alcanzar la prevalencia en un determinado mercado, el culturismo y el fitness se han convertido en un sector que da trabajo a centenares de miles de profesionales en ámbitos como el de la nutrición, la suplementación, la fabricación de maquinaria, ropa deportiva, cursos de formación, editoriales, clubs deportivos, etc. y son practicados por millones de personas. Pero tampoco voy a disertar sobre temas de mercado. Mi más sincera enhorabuena a todos aquellos que han triunfado como empresarios a costa del esfuerzo, la ilusión y la credulidad de tantos y tantos amantes del hierro. No obstante, debo afirmar, en demérito del imperio Weider que toda esta estructura basada en lo puramente comercial, ha corrompido nuestra esencia como deporte y nos ha llevado a una situación que roza lo absurdo.
Cuando yo empecé a practicar mi amado deporte, existía una figura que se llamaba Maestro. Era una persona que atesoraba conocimientos, experiencia, sabiduría y cualidades humanas que le otorgaban la capacidad y la autoridad para poder enseñar y educar a un ente que conocemos con el nombre de alumno. Yo defino a un Maestro como la persona que te guía por el camino que tú escogerías si tuvieras los conocimientos, la experiencia y la sabiduría necesarios. Un Maestro no pretende que sigas la estela del camino que él ha andado, no pretende que seas una copia o que repitas lo que él te ha enseñado hasta el fin de tus días. Lo que hace es dotarte de las herramientas necesarias para que un día, cuando alcances la madurez suficiente, te puedas convertir en tu propio maestro y en alguien que haga honor a todo cuanto te ha enseñado. Un Maestro sabrá sacar lo mejor de ti y ayudarte a ser el mejor deportista y la mejor persona posible. Y ahora os pregunto: ¿habéis tenido la fortuna de encontrar a alguien así? Lo dudo.
Ya no quedan Maestros de Culturismo. Más bien, al contrario, lo que hoy en día abunda son entrenadores con escasa preparación y más interesados en su propio beneficio que en el de las personas que caen en sus manos, jovencitos de cuerpos apolíneos que se ponen como ejemplo de buen hacer para captar “clientes”, vendedores de humo que encandilan a los incautos con recetas mágicas o campeones de genética privilegiada que atraen a los ilusos con su incomparable desarrollo muscular y su particular y novedoso sistema de entrenamiento. El paradigma de esta tendencia lo constituyen lo que yo considero el principal “cáncer” de nuestro deporte y que a través de los medios digitales se ha extendido de forma imparable. Me refiero a los incontables aspirantes a “gurú” del culturismo que han surgido durante los últimos años y que se califican de modo cursi como “influencers”. Estos chicos y chicas cuelgan sus videos en You Tube con el natural descaro de quien se cree que domina una materia desde la más absoluta de las ignorancias. Y lo más trágico es que tienen miles de seguidores que llevan a la práctica todo cuanto proponen sin cuestionarse jamás lo que están viendo y escuchando. Es natural, ya que no poseen el más mínimo sentido crítico de las cosas y su pereza intelectual les lleva a ser dóciles y crédulos. Cuán alejada está esta práctica de lo que antaño era la relación entre un Maestro y su alumno. Cuánto daño está haciendo esto a nuestro deporte.
Y es ahora, una vez he descrito, desde mi óptica, el panorama general, que quiero referirme al tema que da título a este artículo. Y el tema es la metodología. Uno de los pilares que sustenta toda práctica deportiva para que sea considerada como una actividad seria y que permite dimensionar todos los contenidos que articulan el proceso de entrenamiento. Todos los deportes poseen una metodología propia que si bien puede tener puntos en común con otros deportes, le definen y le orientan hacia la obtención de unos resultados específicos.
Así pues, por ejemplo, muchos deportes utilizan los mismos sistemas de entrenamiento con el objetivo de mejorar la capacidad aeróbica. Pero, teniendo en cuenta que cada deporte exige una especialización determinada en cuanto a condición física, los entrenadores planifican entrenamientos que estimulen adaptaciones específicas acorde con las exigencias de la especialidad deportiva. Un futbolista, un corredor de medio fondo o fondo, un ciclista, un nadador, un esquiador de fondo, todos ellos necesitan mejorar la capacidad aeróbica, pero también tienen necesidades claramente distintas. Y ahora os invito a busquéis bibliografía deportiva donde se expongan sistemas de entrenamiento para mejorar la capacidad aeróbica. Tal vez os sorprenda que solo haya uno, el sistema continuo.
Este sistema se basa en la realización de un ejercicio que exige efectuar un esfuerzo de larga duración a una frecuencia cardíaca sub-máxima con el objeto de provocar adaptaciones en nuestro sistema cardio-vascular y metabólico. En cuanto al tipo de ejercicio, puede ser la carrera, el pedaleo, la natación, o la combinación de los mismos. No hay más. A partir de ahí, podemos variar la distancia y/o la velocidad, pero sustancialmente seguiremos haciendo lo mismo.
Si queremos mejorar la resistencia anaeróbica, utilizaremos los mismos recursos, pero tan solo dispondremos de dos sistemas para hacerlo, el interválico extensivo y el interválico intensivo. También podemos utilizar los tres y combinarlos adecuadamente para lograr adaptaciones más variadas o entrenar con el sistema llamado Fartlek. Si bien, en la actualidad existen otros sistemas que combinan el ejercicio aeróbico con el anaeróbico, son modalidades pensadas para ser realizadas en una sala y de forma grupal. No obstante, la esencia sigue siendo la misma. Y si queremos mejorar la velocidad, utilizaremos el sistema de repeticiones.
Desde su creación, hasta la fecha, no ha habido ningún cambio relevante en la estructura metodológica de los mencionados sistemas de entrenamiento. Si queremos “fondo” corremos, pedaleamos o nadamos. Y corremos como en su día lo hiciera el soldado griego Filipides en el año 490 a.C. que corrió la distancia de 40 km. desde Maratón a Atenas para comunicar la victoria sobre el ejército Persa.
Pues bien, nuestro deporte es, lamentablemente, diferente. El culturismo y el fitness parecen ser una fuente inagotable de producción de sistemas de entrenamiento. No los voy a enumerar todos porque a buen seguro ya los conocéis pero sí que voy a analizar las bases que comparten la mayoría de ellos y que se pueden encuadrar en dos enfoques que parecen complementarios. Por un lado tenemos los sistemas que promueven la hipertrofia sarcomerica y por otro los que promueven la hipertrofia sarcoplasmática. Pero antes de entrar a fondo en la discusión, permitidme que os relate mi experiencia al respecto. Cuando cursaba mis estudios de Educación física y deportes, tenía una asignatura que se llamaba Fisiología del esfuerzo y el profesor que nos daba clase nos explicó lo que era la hipertrofia y en qué modo se adaptaba el músculo y el metabolismo al entrenamiento de fuerza. En un momento dado, hizo alusión al culturismo y vino a decir que los culturistas tenían “músculos de paja”. Lo justificó diciendo que los culturistas poseían un desarrollo muscular que no se traducía de forma proporcional en ganancia de fuerza. Dicho en otras palabras, el culturista no es tan fuerte como podría parecer a la luz de su gran desarrollo muscular y que había deportistas de otras disciplinas como la halterofilia que con un desarrollo muscular mucho menor, tenían mucha más fuerza y movían más peso. Personalmente me molestó el comentario. No tanto por el dato, sino por la forma en que lo hizo y la expresión menospreciativa que reflejaba su rostro al hacerlo.
Evidentemente no pude rebatir su argumento al carecer de los conocimientos suficientes. Pero con los años los adquirí y comprendí lo absurdo de su comparación y juicio. Él y muchos como él, aún en la actualidad, desconocen el verdadero sentido y naturaleza del culturismo. Nosotros no buscamos fuerza, no queremos mover más peso por el hecho de ser más fuertes. Nuestro concepto de la intensidad de entrenamiento es totalmente distinto al que manejan los deportistas que persiguen el aumento de la fuerza o la potencia.
Lo más decepcionante es que los entrenadores de culturismo sigan utilizando este concepto bajo la óptica de la teoría del entrenamiento deportivo y no se hayan dado cuenta, aún, de que “nuestra” intensidad no se basa en la típica RM (repetición máxima) y que “nuestra” intensidad está sometida a una capacidad que nace de la exigencia de entrenar nuestros músculos de forma aislada. Siempre en el entendido de que no se puede aislar el trabajo de un músculo en términos absolutos y que nuestra intención es alcanzar el máximo grado de aislamiento posible. Así pues, para analizar la eficacia de un sistema de entrenamiento hay que partir de dos premisas muy claras: una, la fuerza nunca debe ser un objetivo; dos, no hay una relación directa entre intensidad y peso manejado, ni entre hipertrofia y fuerza. Cuando leo algún artículo de entrenamiento que propone ciclos de fuerza y ciclos de hipertrofia siempre pienso lo mismo, el que escribe no sabe lo que es el culturismo. Es como si un powerlifter realizara ciclos de fuerza y ciclos de hipertrofia tratando de mejorar su estética.
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Quim Lluciá es Licenciado en Educación Física y Deportes, Diplomado en Quiromasaje, Diplomado en Masaje Deportivo, Maestro de Culturismo, Entrenador Personal y de Deportistas de Competición, Autor del libro “Musculación” Editado por la Editorial Martínez Roca en el año 2001, ha sido Miembro del Comité Científico-Deportivo de los Laboratorios BIOIBÉRICA, así como ponente en numerosos seminarios y conferencias.